28 de julio de 2008

La lengua de los hombres del agua

Joel Armando Zavala Tovar
joelzavalatovar@hotmail.com
Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Resumen
La lengua chipaya o lengua de los hombres del agua es una de las variedades más antiguas de la familia uru-chipaya que ha logrado sobrevivir hasta la actualidad en el altiplano peruano-boliviano gracias a la lealtad de sus hablantes y a los diversos fenómenos históricos ocurridos en su territorio. Esta lengua es un caso único en el ámbito andino, pues, no solo presenta peculiaridades dentro de su sistema lingüístico frente a otras lenguas andinas, sino que experimenta un caso de resistencia lingüística que hace posible la preservación de su lengua, lo que no ocurre con otras lenguas andinas que aún se siguen hablando, pero atraviesan lentos procesos de desplazamiento lingüístico.

En el presente artículo describiremos algunos aspectos básicos y fundamentales de la lengua chipaya o lengua de los hombres del agua. Una primera parte abarcará una breve descripción del espacio chipaya y del pueblo chipaya. En una segunda parte daremos cuenta de la lengua chipaya y sus peculiaridades, por último, describiremos brevemente los estudios realizados en esta lengua y realizaremos un comentario sobre la lengua chipaya.

El espacio chipaya
El pueblo de Santa Ana de Chipaya se encuentra ubicado en la parte oriental de la provincia de Sabaya perteneciente a la jurisdicción de Oruro, Bolivia. Esta provincia ha sido descrita muchas veces como un “paisaje lunar” por ser un terreno salitroso y calcáreo que se encuentra a una altitud promedio de 3, 800 metros sobre el nivel del mar. A pesar de dicha descripción, los chipaya se autodenominan “hombres del agua” qhwa-zh zhoñi para distinguirse de “los hombres secos”, por lo general aimaras, a quienes se les denomina tozha ‘extranjero’. Aunque esta autodenominación resulte no tan obvia en relación con su hábitat natural, es entendida de mejor manera cuando se encuentra explicaciones en la historia de los chipaya donde algunos mitos del origen de los primeros habitantes de la zona aparecieron en el lago Ajllata, cerca al río Lauca de donde fueron desplazados por los aimaras. En documentos de la colonia es posible encontrar referencias que nos dan a entender que el territorio de los chipaya comprendía una zona lacustre que fue desecándose paulatinamente hasta llegar a convertirse en un terreno salitroso, calcáreo que se inunda eventualmente y que representa el estado actual del territorio. Fueron estas condiciones las que hicieron que los chipaya pasen de ser originariamente cazadores y pescadores, al igual que los uros del Titicaca o del Poopó, a precarios ganaderos y agricultores en zonas áridas y desérticas. Los chipayas desplazados por los aimaras no se quedaron contemplando su territorio y resignándose a sus nuevas condiciones sino que, al contrario, desarrollaron sorprendentes estrategias de sobrevivencia. De acuerdo con Nathan Wachtel, «los chipaya construyeron diques y canales, represaron las aguas formando nuevas lagunas y emprendieron una verdadera “revolución agrícola”» (citado por Cerrón-Palomino, 2006a). Con esto podemos entender que los chipaya presentan una economía pobre, precaria y de subsistencia expresada en el aprovechamiento de las tierras a partir de procesos ingeniosos de desalinización que han permitido la siembra de quinua y cañagua en proporción moderada, escasamente suficientes para el autoconsumo, además del mejoramiento de los pastizales por medio del sistema de rotación de tierras inundadas que hace posible la ganadería y cuyos productos excedentes con comercializados.

La lengua de los hombres del agua
El chipaya es una de las variedades sobrevivientes de una de las lenguas más antiguas del altiplano peruano-boliviano que modernamente integra lo que hoy se denomina la familia lingüística uru-chipaya (Cerrón Palomino, 2006a). Esta lengua ha estado en contacto con otras lenguas que si bien no se encontraban en el altiplano, como la puquina, llegaron de la zona andina central, como el quechua y el aimara, para desplazar a las variedades del uro. Estos pueblos uros fueron sometidos a lo largo de su historia por dichos grupos lingüísticos, primero por los puquinas, luego por los quechuas y, por último, por los aimaras. Este sometimiento hizo que actualmente solo queden dos variedades: el iru-wit’u, en la naciente del Desaguadero, y el chipaya, al norte del salar de Coipasa, donde la primera variedad se halla en proceso de extinción, en tanto que la segunda se constituye como la única variedad supérstite que cuenta con vigencia en la actualidad gracias a sus hablantes (Cerrón Palomino, 2006a).

Como nos dice el lingüista Rodolfo Cerrón-Palomino: «el chipaya es la única variedad sobreviviente gracias a, como dice el dicho, no hay mal que por bien no venga [sic], gracias a que fueron marginados, humillados, discriminados por los aimaras a lo largo de toda su historia, arrinconados a tierra inhóspitas, supieron sobrevivir a esos contextos, realmente supieron cambiar la situación inhóspita por una situación mucho más llevadera, por eso preservaron su lengua. Estuvieron a punto de perderla también, porque por la década del 30 y 40 tenemos evidencias de que el bilingüismo aimara-chipaya estaba cundiendo, pero esa situación se ha revertido, hoy día los chipayas ya no tienen interés en aprender el aimara, es decir, practican su lengua con mucho orgullo y la segunda lengua que tienen es el castellano» (Presencia cultural, 2006).


La lengua chipaya se mantiene gracias a la lealtad de sus hablantes, en palabras de Cerrón-Palomino, es el único caso de resistencia lingüística en el mundo andino. Los chipayas son en su mayoría bilingües cuya primera lengua, como es evidente, es el chipaya que es la lengua del hogar, de la intimidad y de los juegos, y su segunda lengua es el castellano que es aprendido en la escuela (Cerrón-Palomino, 2006b).

El número de hablantes chipaya asciende actualmente a dos mil hablantes (Cerrón-Palomino, 2006a), no obstante, según algunos cálculos muy conservadores como los del censo de 1993, daban cuenta de un millar (cf.Albó, 1996) [citado por Cerrón-Palomino, 2006a].

¿Qué caracteriza a la lengua chipaya?
A pesar de determinadas convergencias estructurales con otras lenguas andinas (quechua y aimara) que se reflejan en que son lenguas tipológicamente aglutinantes, el chipaya al estar en contacto con dichas lenguas ha desarrollados características estructurales peculiares de las lenguas andinas, no obstante también presenta algunos rasgos ajenos al quechua y el aimara.


Fonológicamente, el chipaya comparte la misma estructura de sonidos que podemos encontrar en el quechua y el aimara, sin embargo, algunas de las peculiaridades más resaltantes se da en el caso de las vocales. Esta lengua presenta un sistema pentavocálico, a diferencia de los sistemas vocálicos del quechua y el aimara, donde es posible distinguir un grupo de vocales cortas o breves (/a/, /e/, /i/, /o/, /u/) y otro de vocales largas (/a:/, /e:/, /i:/, /o:/, /u:/). Es justamente la presencia nítida de las vocales medias /e/, /o/, lo que hace posible la neutralización de la motosidad que se presenta en el quechua y en el aimara que presenta un sistema trivocálico donde están ausentes /e/ y /o/.

Morfológicamente, la lengua chipaya hace uso de sufijos al igual que otras lenguas andinas (quechua y aimara) que han sido heredados de su protolengua, sin embargo, un rasgo peculiar es el uso de prefijos, que no se encuentran en quechua ni en aimara, además de presentar flexión de género (masculino y femenino).

Sintácticamente, el chipaya no difiere de las otras lenguas andinas, pues, presenta la tipología sintáctica SOV, además de pertenecer al tipo de lenguas nominativo-acusativo, es decir, es una lengua en la que los roles de sujeto y objeto se comportan morfológicamente de manera indiferente a la naturaleza transitiva o intransitiva de los verbos. (Cerrón-Palomino, 2006a).
Por último, no podemos olvidar la fuerte influencia que el aimara ha tenido sobre esta lengua que, de acuerdo con Cerrón-Palomino (2006a), podría llevarnos a hablar de un “remodelamiento de la lengua” que se refleja fundamentalmente en la morfología y la sintaxis.

Estudios linguisticos chipayas
Según Cerrón-Palomino (2006a), se distinguen dos etapas de estudios linguisticos de la lengua chipaya que toman en cuenta el desarrollo de tales estudios. La primera etapa es denominada pre-lingüística y la segunda es caracterizada como lingüística propiamente dicha.


En la primera etapa considerada como pre-lingüística destacan los trabajos realizados desde una perspectiva histórico-arqueológica y etnográfica antes que lingüística, además de ser de carácter documental y no analítico donde predomina el afán de registro antes que el análisis lingüístico propiamente dicho (Cerrón-Palomino, 2006a).

Uno de los primeros trabajos fue el realizado por Max Uhle, quien en 1984, ingresando a Oruro por Talina y Lipes, tuvo noticias sobre la existencia del chipaya de labios de un cura que había estado en el pueblo. A pesar de algunas dificultades para llegar al territorio chipaya, Uhle pudo recoger alrededor de cuatrocientos vocablos y no solamente quince palabras, como sostenía un investigador mal informado (Cerrón-Palomino, 2006a).

La segunda persona en realizar estudios sobre los chipaya es Arthur Posnansky, ingeniero austriaco, quien se ufanaba de haber “descubierto” la “hasta entonces completamente desconocida tribu de los chipayas”. Este investigador además de recoger algunos datos etnográficos, recoge y publica, por primera vez, materiales léxicos y fraseológicos de la lengua, ordenados por dominios semánticos y temas gramaticales (Cerrón-Palomino, 2006a).

Un tercer investigador es el etnógrafo suizo Alfred Metraux, quien realiza trabajos de campo con los chipayas. En uno de sus viajes se dirige hacia Santa Ana de Chipaya, donde permanece por espacio de dos meses (enero y febrero de 1931) donde, según sus propias palabras, “salvar la lengua de los uros”, convencido de ser él mismo “el último etnógrafo con chance de recoger los últimos sonidos de una habla sin duda muy antigua”, que tenía los días contados. Como producto de su trabajo, da a conocer sus estudios etnográficos, que contiene oraciones, mitos y cuentos chipayas, como propiamente lingüísticos, que comprenden un vocabulario, tres testimonios en chipaya, con una traducción literal interlinear (Cerrón-Palomino, 2006).

Un cuarto investigador fue el etnógrafo francés Jehan Vellard, quien dejó valiosas informaciones sobre la lengua y la cultura de los chipaya. Por último, encontramos algunos breves apuntes sobre la lengua realizados por Zenón Bacarreza, que son más bien informes sobre la realidad socioeconómica del cantón de Santa Ana. Tal es, hasta donde sabemos, todo el material lingüístico chipaya disponible hasta la primera mitad del siglo XX (Cerrón-Palomino, 2006a).

En relación con estos estudios Cerrón-Palomino (2006a) nos dice estos se caracterizan: «en términos generales, por la inseguridad de su transcripción fonético-fonológica, manifiesta en las constantes vacilaciones en que incurren los autores en la representación de un mismo elemento […]. Otra deficiencia común que se advierte en los materiales, esta vez con repercusiones gramaticales y semánticas, tiene que ver con la postulación y la glosa de las entradas ofrecidas en los vocabularios: en muchos casos aquéllas constituyen verdaderas formas verbales conjugadas cuando no frases predicativas o imperativas […]».

En la segunda etapa considerada como lingüística resaltan los trabajos de los lingüistas Ronald Olson y Liliane Porterie, norteamericano el primero y francesa la segunda. Olson, miembro del Instituto Lingüístico de Verano (ILV), trabajó durante 17 años (1960-1977) con los chipayas, mientras que Porterie, investigadora del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS), pasó varias temporadas realizando trabajo de campo entre el 12 de octubre de 1983 y el 31 de agosto de 1985, en Santa Ana de Chipaya (Cerrón-Palomino, 2006a).

El primero de los investigadores publicó dos trabajos de índole comparatística donde pretendía probar la relación de parentesco “a gran distancia” entre el maya y el chipaya”, y otro de naturaleza descriptiva, específicamente sobre la estructura silábica de la lengua, con una propuesta igualmente discutible. Tales son, por así decirlo, los únicos estudios de corte académico publicados por el autor (Cerrón-Palomino, 2006a).

En relación con Liliane Porterie podemos decir que esta investigadora había conducido in situ un trabajo de campo extraordinario y meticuloso, sin embargo, tuvo la mala suerte de no disponer de tiempo necesario para analizar sus datos, pues, aquejada por una enfermedad incurable, dejó de existir en diciembre de 1988. Respecto a los estudios realizados por ambos investigadores, Cerrón-Palomino (2006a) nos dice que: «de esta manera, por razones de preferencia en el caso de Olson, que privilegiaron los trabajos de índole religiosa, y por motivos inexorables de salud, en el caso de Porterie, los estudios propiamente linguisticos del chipaya han sido relegados hasta la fecha, y es dentro de este contexto que iniciamos el “Proyecto Chipaya”, cuyo objeto principal es precisamente tratar de cubrir el vacío mencionado”.

El Proyecto Chipaya
Las actividades del proyecto chipaya se inician en el año 2001 y comprende dos etapas de investigación: en la primera etapa se preparó el libro El chipaya o la lengua de los hombres del agua de Rodolfo Cerrón-Palomino (2006a), publicado por el Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, y la segunda etapa, actualmente en desarrollo, consistente en la elaboración de un diccionario y de un estudio de la tradición oral chipayas, elaborado al alimón con Enrique Ballón Aguirre. (Cerrón-Palomino, 2006a).

El trabajo último de Rodolfo Cerrón-Palomino, cristalizado en la publicación de El chipaya o la lengua de los hombres del agua, toma como fuentes primarias los estudios prelingüísticos mencionados anteriormente, además de los estudios linguisticos, en ciertos aspectos, realizados por Olson y Porterie. Su trabajo presenta un carácter eminentemente analítico y constituye la primera gramática completa de la lengua chipaya que se ve enriquecida por la acuciosidad del autor para hallar los vacíos y deficiencias de los estudios previos.

Comentario
El trabajo de Cerrón-Palomino, como dijimos anteriormente, constituye la primera gramática completa de la lengua chipaya, donde podemos destacar dos aspectos importantes. El primer aspecto que podemos denominar como interno o inherente está relacionado con la calidad del trabajo lingüístico realizado por el mencionado autor y con la manera en que se abordan los datos de la lengua chipaya. Un segundo aspecto que podemos considerar externo es que su obra constituye un intento actual por revalorar y mostrar la riqueza de la cultura chipaya a través de su lengua. Por último, el trabajo de Rodolfo Cerrón-Palomino sobre la lengua chipaya abre nuevos senderos en la investigación de las lenguas andinas, propósito que no es novedoso, pues, se ha demostrado a lo largo de sus valiosas publicaciones en lingüística andina.

Bibliografía
Andrade Ciudad, Luis. “Habla sobreviviente”, en El Dominical, suplemento del diario El Comercio, edición del 8 de octubre de 2006.

Cerrón-Palomino, Rodolfo. 2006a. El chipaya o la lengua de los hombres del agua. Lima, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Cerrón-Palomino, Rodolfo. 2006b. “El chipaya es un caso único de resistencia lingüística en el mundo andino”, en Punto Edu 60, pág. 16.

Anexos
Presencia cultural. 2006. Entrevista a Rodolfo Cerrón-Palomino sobre la lengua chipaya. Revisado el 25 de junio de 2008.

22 de julio de 2008

Claves sobre el origen de la voz

El gruñido de algunos peces revela a los científicos el origen de nuestra capacidad para emitir sonidos vocales.

Peces roncadores han dado a los científicos pistas sobre el origen de los sonidos vocales que datan de hace 400 millones de años.

El pez sapo y otros animales batrachoidiformes utilizan una variedad de sonidos para atraer a sus parejas y ahuyentar a sus enemigos.
Vea en esta grabación cómo ahuyentan a un macho invasor. (No disponible por MSN Noticias)
Un grupo de investigadores estadounidenses ha descubierto que la zona del cerebro de estos peces que controla la vocalización es extremadamente primitiva.

En un estudio publicado en la revista científica Science, los expertos señalan que la habilidad para comunicarse a través de sonidos tuvo su origen en la temprana evolución de los vertebrados.
Andrew Bass, de la Universidad Cornell en Nueva York y jefe del estudio, dice que "uno oye todo el tiempo el croar de las ranas, el cantar de los pájaros y es algo familiar para nosotros".

"Pero creo que es justo pensar que mucha gente no está al tanto de que muchos peces utilizan el sonido para comunicarse socialmente".

Los parientes más cercanos al pez sapo son nocturnos y viven en las costas del noroeste de Estados Unidos y Canadá.

Aparearse y defenderse

"Estas criaturas emiten sonidos diferentes de acuerdo al contexto social. Así como los pájaros usan un canto para atraer a su pareja y otro para ahuyentar a sus rivales, los peces hacen lo mismo", explicó Bass.

Por ejemplo, un zumbido profundo sirve para llamar a la pareja al nido, mientras que un gruñido agudo es para defender su territorio.

Para investigar los orígenes de la vocalización, este equipo de investigadores estudió el circuito cerebral de neuronas que controlan el tono y la duración de los llamados, conocidos como patrones vocales.

El científico Andrew Bass dijo a la BBC: "Identificamos en el cerebro de estos peces donde se desarrolló este generador de patrones, y luego estudiamos dónde se ubica el de las ranas, los pájaros y los primates".

El equipo de científicos descubrió que los sistemas neurológicos de vocalización estaban situados todos en la misma zona del cerebro.

"Fue espectacular ver como se parecían unos a los otros", aseguró Bass.

Estos científicos compararon esta información con el árbol evolutivo de los animales vertebrados.
Como la evolución de los peces es anterior a la de los anfibios, aves y primates, los expertos pudieron deducir desde cuándo existe la habilidad de vocalizar.

"Pudimos ver que todos los vertebrados comparten una zona del sistema nervioso muy antigua", explicó a la BBC, el profesor Andrew Bass.

"Llegamos a la conclusión de que este centro se desarrolló mucho antes de que estos grupos diferentes aparecieran en el árbol genealógico evolutivo, más o menos cuando los peces con esqueletos óseos evolucionaron hace más de 400 millones de años".

Ahora el equipo que encabeza Andrew Bass está investigando qué genes toman parte en la producción de sonido.

"Quizás encontraremos más pruebas de elementos comunes. Es una perspectiva emocionante", sentenció Bass.
Fuente: BBC. Reproducido bajo el criterio asumido por MSN Noticias.

15 de julio de 2008

Linguistics Blog ahora en Terra.

Saludos a todos los amigos que visitan este blog. El pasado martes 8 de julio nos dedicaron un espacio breve en el diario Peru. 21 en la sección mundoblog titulado Lingüística y más; por este motivo, deseo agradecer a todos ustedes por visitarnos. La verdad es que a lo largo de estos dos años nos hemos dado cuenta que este medio es una importante fuente de conocimiento, no solo por lo que aquí se publica, sino por lo que algunos lectores del mismo aportan a través de sus comentarios. Por eso, una vez más, gracias.

Ahora también podrán leer los mismos post de nuestro blog en el portal de Terra, cuya dirección electrónica es http://linguistics.blog.terra.com.pe/, ya que no existía ningún blog de Lingüística en dicha web.


Por último, nuestro próximo post tratará sobre Gramática generativa como ciencia natural. Esperamos como siempre sus comentarios. Gracias totales.

7 de julio de 2008

Sobre la recursión y la sintaxis.

En este post mostraré parte del texto de Fitch, Hauser y Chomsky (2005) en el que se exponen, en la parte de Sintaxis, algunos datos importantes sobre la recursión y la aserción de PJ (Stephen Pinker y Ray Jackendoff ) de que tal vez algunas lenguas no presentan la evidencia de recursión.
Agradezco los importantes comentarios del profesor Miguel Rodríguez Mondoñedo de la Universidad de Indiana y del lingüista Carlos Raúl Molina en el post anterior que permitieron aclarar algunas cuestiones sobre la recursión.
Syntax.

Syntax clearly plays a significant role in our ability to construct and express new meanings, but at least some of the restrictions and complexities of this process are plausibly inherited from conceptual structure, rather than being part of syntax per se. Just as the conceptual structure of objects and events surely influences and constrains the properties of nouns and verbs, it seems plausible to postulate that linguistic devices expressing quantity, tense, aspect or comparison, or other temporal or logical relations, inherit at least some of their structure from the conceptual structure of time, space and logic. The precise locus of such constraints is an active area of current research in linguistics. If there do turn out to be purely syntactic aspects of constituents such as complementizers, auxiliaries, or function words, their existence in other domains (such as music, spatial or social cognition) or in other species, would still require empirical investigation. Such features would not automatically be part of FLN.

Our suggestion that recursion is part of FLN, as defined, is based on the following observations. (1) Recursion is agreed by most modern linguists to be an indispensable core computational ability underlying syntax, and thus language; (2) Despite decades of search, no animal communication system known shows evidence of such recursion, and nor do studies of trained apes, dolphins and parrots; (3) The perceptual data currently available indicate that monkeys cannot even process hierarchical phrase structure, much less recursion; and (4) There are no unambiguous demonstrations of recursion in other human cognitive domains, with the only clear exceptions (mathematical formulas, computer programming) being clearly dependent upon language. Thus, current data justify our placing syntactic recursion in FLN. This assignment would clearly be threatened by a claim of similar recursion in birdsong or the discovery that chimps can process recursive strings, or various other potential empirical findings—all signs of a strong, falsifiable hypothesis. Of course, there’s not a lot riding on this, since we don’t suggest that onlyphenomena in FLN are worthy of study. If future empirical progress demonstrates that
FLN represents an empty set, so be it. A terminological distinction may well outlive its usefulness. For now, though, our hypothesis 3 seems both plausible and consistent with the available data.

We will discuss PJ’s assertion that some of the world’s languages might lack “evidence of recursion” only briefly, because this seems to us irrelevant to the questions under discussion. Modern linguistics asks questions about the biological capacity to acquire human language, a set that includes but is not limited to the huge variety that currently exists on our planet. The putative absence of obvious recursion in one of these languages is no more relevant to the human ability to master recursion than the existence of three-vowel languages calls into doubt the human ability to master a five- or ten-vowel language. A Piraha child raised in a Portuguese, English or Chinese environment will master those languages with the same ease as his or her mother’s tongue, just as the same child could learn the recursive embedding principle of parentheses in mathematics, or a computer programming language with recursive structure. In the face of the huge number of human languages that have clausal embedding, the existence of one that does not would in no way alter the explanatory landscape. If anything, this example would seem to add to the grounds for doubting that recursion evolved “for” communication (whatever this means Discussion / Cognition 97 (2005) 179–210 203 exactly), if a language is attested that gets along without it. But it surely does not affect the argument that recursion is part of the human language faculty: as Jackendoff (2002) correctly notes, our language faculty provides us with a toolkit for building languages, but not all languages use all the tools.
The inability of cotton-top tamarins to master a phrase-structure grammar (Fitch & Hauser, 2004) is of interest in this discussion primarily as a demonstration of an empirical technique for asking linguistically relevant questions of a nonlinguistic animal. It is clearly too early to conclude that all species are equally hobbled (especially given the paucity of species and methods tested). Nor would we be prepared to draw strong conclusions about innate human abilities until infants or young children have been tested, and until more is known about the neural and psychological basis for the human ability to learn phrase structure (all topics of current investigation). Fitch & Hauser do not even mention recursion in the cited paper, and the generation of limited-depth hierarchical phrase structure was not confused with recursion in that paper (although it was by some commentators on the article). The article does suggest that an inability to perceive and process phrase structure, by any animal, would be a severe impediment to that species’ ability to master language. But to the extent that phrase structure is important to music, it would be a correspondingly severe impediment to their mastering a human musical style. If further empirical research shows that no nonhuman species can master a phrase-structure grammar, the hypothesis that animals either lack any recursive mechanisms, or cannot apply them to auditory strings, will be left standing. But if, for example, we discover that songbirds can master phrase-structure grammars, further research will be necessary to determine how they do it, whether this ability involves recursion, whether it is applied across different domains or problems, and whether the mechanism they use is similar or different to that in human beings. The importance of this work is its introduction of an empirical technique capable of addressing these issues, incorporating the formal analysis of language. The empirical technique can be used in a wide range of species, and the hypothesis can be empirically tested and falsified.
En: Hauser, M.D., N. Chomsky y W.T. Fitch. 2005. “The evolution of the language faculty: Clarifications and implications”, en Cognition, 97, págs. 179-210.

4 de julio de 2008

El increíble lenguaje de la tribu de los pirahãs

Joel Armando Zavala Tovar
Encontré una interesante referencia a la lengua de los pirahas en el interesante blog La Era de la Blogudez. Esta lengua se caracteriza por no presentar colores, pronombres, tiempos verbales y oraciones subordinadas y, por si fuera poco, solo tiene 8 consonantes. Everett, lingüista de la Universidad de Manchester es uno de los mayores investigadores de esta lengua y se ha valido de las evidencias de ésta para criticar algunos de los postulados propuestos por Noam Chomsky en el marco de la gramática generativa, como la idea de" recursividad", por ejemplo, pues, esta lengua, como dijimos anteriormente, no tiene oraciones subordinadas. Idea que a su vez atentaría contra el postulado de la existencia de una gramática universal, pues, de acuerdo con Chomsky, la "recursividad" es una propiedad de todas las lenguas.

Vean el artículo completo publicado en el diario El Mundo.es:

El idioma más simple y extraño jamás escuchado de entre los cerca de 6.000 que se hablan en el mundo vive en el Amazonas. Tan rara es la lengua de los pirahas, una tribu de apenas 200 individuos que habitan en la ribera del río Maici, que, de confirmarse las observaciones de Daniel Everett, profesor de fonética y fonología en la Universidad de Manchester, supondrá el final del reinado de la teoría de la gramática universal de Noam Chomsky, bajo la cual se han criado los lingüistas de medio mundo.

Sin números, sin pronombres, sin colores, sin tiempos verbales, sin oraciones subordinadas y con sólo ocho consonantes —siete en el caso de las mujeres— y tres vocales, los Pirahãs consiguen comunicarse. "Hablo bien su idioma y puedo decir cualquier cosa que necesito, sujeto únicamente a las limitaciones expuestas", asegura en sus escritos Daniel Everett, que ha vivido durante más de 25 años entre estos indígenas.

Las investigaciones comenzaron en 1977 cuando Everett navegaba el río Maici y contactó con unos individuos que se comunicaban "cantando, silbando, tarareando".

Lo que oía era tan diferente a cualquier otra cosa, que este lingüista en misión evangélica decidió quedarse a vivir entre los indígenas, con su mujer y sus tres hijos. Sus descubrimientos a lo largo de estos años son fascinantes. Los Pirahã no sólo carecen de números en su idioma, sino de cualquier término que implique contar, es decir, no hay palabras para ‘todo’, ‘cada’, ‘mayoría’ o ‘algunos’. Es más, a petición de los propios indios, los Everett trataron durante más de un año enseñarles a contar hasta diez en portugués, para facilitar sus relaciones con los comerciantes del río.

Tras ocho meses, de lecciones, los propios Pirahã abandonaron. Ninguno fue capaz de contar más de tres, ni responder correctamente a sumas de uno más uno o tres más uno. "Tenemos la cabeza diferente", dijeron entonces los indios. Tan diferente, que se llaman a sí mismos "cabezas rectas", mientras los extranjeros son para ellos "cabezas torcidas".

En la cabeza recta de los Pirahãs no caben los colores, ni los tiempos verbales, ni la ficción, ni cualquier otro idioma. Son monolingües a pesar de tener contacto con colonizadores y tribus de origen Tupí-Guaraní desde hace más de 200 años. La ausencia de tiempos verbales, de pretéritos o futuros, influye probablemente en la ausencia de cualquier conciencia histórica, en la inexistencia de cualquier dios o mito de creación, y hasta en la formación del sistema de parentesco más simple jamás documentado. "No hay entre los Pirahãs memoria individual o colectiva más allá de dos generaciones y ninguno es capaz de recordar los nombres de sus cuatro abuelos", escribe Everett.

Respecto a Dios, tampoco les entra en su cabeza. "¿Quién creó las cosas?", les preguntó Everett. "Todo es lo mismo", respondieron los indios, queriendo decir, siempre según el estudioso, que nada cambia y por lo tanto nada fue creado.

Por último, y quizá más importante para los lingüistas, los Pirahã parecen incapaces de crear oraciones subordinadas, carecen de lo que Chomsky llama ‘recursividad’. Sin esa capacidad recursiva, que básicamente consiste en poder intoducir oraciones en otras oraciones sin límite, la lengua Pirahã es incapaz de crear, abstraer, generar otras ideas más allá de la experiencia. La recursividad había sido hasta ahora identificada en todos los idiomas y Chomsky la consideró un elemento clave del cerebro humano, lo que le llevó a afirmar que existe una ‘gramática universal’, una misma manera en que todo los humanos utilizamos el lenguaje.

"Restringen la comunicación a la experiencia inmediata", explica Everett. Dicho de otro modo, los Pirahã serían unos empiristas radicales, apologetas del ‘carpe diem’, incapaces de abstraerse y crear ficciones. De hecho, carecen también de arte, pintura o escultura.

Ante tantas "limitaciones" del lenguaje de los ‘cabezas rectas’, es inevitable preguntarse si no es una discapacidad lo que define a estos indios. "Nadie debería extraer la conclusión de que el lenguaje Pirahã es primitivo —escribe Everett—. Tiene la morfología verbal más compleja de la que yo sea consciente y un perturbadoramente complicado sistema prosódico. Los Pirahã son la gente más brillante, agradable y divertida que conozco. La ausencia de ficción formal, mitos, etcétera, no significa que no jueguen, mientan o no puedan hacerlo. De hecho, disfrutan mucho haciéndolo, particularmente a mis expensas, siempre con buena intención. Cuestionar las implicaciones de la lengua Pirahã para el diseño del lenguaje humano no equivale a cuestionar su inteligencia o la riqueza de su conocimiento y experiencia cultural".

Quienes han comenzado a cuestionar el trabajo de Everett, en especial tras la publicación de un artículo en la revista 'New Yorker', son otros lingüistas, sobre todo los discípulos de Chomsky del Massachussets Institute of Technology, que le acusan de elaborar no una teoría sino una hipótesis que definen como "científicamente frágil", además de publicar datos y conclusiones que discrepan con las de otros investigadores.

Linguistics blog

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