22 de octubre de 2006

El problema de Chomsky

Mario Montalbetti

La llegada a Lima del último gurú de la intelectualidad mundial. Mañana en la Universidad Católica, Noam Chomsky dará una conferencia sobre biolingüística, pero más allá de su gran aporte a esta rama del conocimiento, el norteamericano se alza como una de las figuras más lúcidas del mundo contemporáneo.

Hace veinte años, en su libro Knowledge of Language, Noam Chomsky identificó dos problemas del conocimiento humano. El primero es: ¿cómo es posible que con tan poca evidencia sepamos tanto? A este problema lo denominó el problema de Platón. Las ciencias físicas son un caso paradigmático de este problema: con información fragmentaria, inconstante y empobrecida sobre el mundo externo, los seres humanos han logrado sistemas teóricos y predictivos extraordinarios. El segundo problema es la contraparte del primero: ¿cómo es posible que teniendo tanta evidencia sepamos tan poco? A este problema, Chomsky lo denominó el problema de Orwell. Un caso típico del problema de Orwell se manifiesta de la siguiente forma: ¿cómo es posible que sistemas ideológicos opresivos son capaces de inculcar creencias en los seres humanos, creencias que son firmemente defendidas y aceptadas a pesar de que carecen de fundamento y muchas veces están en abierto antagonismo con los hechos más obvios del mundo que vivimos y nos rodea?

Chomsky ha hecho contribuciones sustanciales a ambos problemas. Respecto del problema de Platón, Chomsky ha desarrollado la teoría lingüística más importante de la segunda mitad del siglo XX, denominada Gramática Generativa. Sus aportes en este campo son tan decisivos que aún si uno objeta su programa de estudios es imposible ignorarlo. La cuestión central de la gramática generativa es simple: ¿cuál es la contribución genética que subyace a la adquisición y uso del lenguaje humano? Supongamos que un órgano del cuerpo es responsable de dicha contribución, un órgano cognitivo a la par con otras facultades como el uso de la razón. Llamemos a un órgano tal la facultad de lenguaje. Entonces, el programa chomskyano es una teoría sobre dicha facultad.

La facultad del lenguaje humano, como su nombre lo anuncia, es una facultad específica del ser humano y es una facultad específica del lenguaje. En tanto lo primero, solamente los seres humanos la poseen y salvo casos patológicos su estructura es la misma en todos los seres humanos. En tanto lo segundo, esta facultad es responsable específicamente del lenguaje y no se desembalsa hacia otros sistemas cognitivos. Es posible que una facultad del lenguaje así caracterizada no exista, pero la apuesta del programa chomskyano es que sí existe y que la asunción de tal órgano cognitivo es la única teoría que siquiera comienza a desempacar la posibilidad de adquirir y emplear un sistema tan complejo como es el lenguaje humano.

Una tercera propiedad de la facultad del lenguaje es su completa autonomía. ¿Autonomía respecto de qué? Usualmente se considera que el hecho lingüístico fundamental es la posibilidad de relacionar sonido con significado. Piénsese en una palabra, por ejemplo "perro". Esta palabra está constituida por dos partes: sonido (la sucesión p-e-rr-o) y significado (cualquier cosa que "perro" signifique). Lo que sigue es un aspecto sorprendente del programa chomskyano: la facultad de lenguaje es autónoma respecto del sonido y respecto del significado.

¿Qué significa esto? Consideren el sistema digestivo del ser humano. El sistema digestivo es autónomo respecto de cualquier cosa que ingiere. Si comemos una zanahoria, los jugos gástricos harán su trabajo, se separará los nutrientes del desecho, etc. Exactamente lo mismo ocurre si nos comemos una hoja de papel. El punto es que el sistema digestivo es autónomo respecto de lo que se ingiere. La facultad de lenguaje es igual. Alguien estornuda, alguien tose, o alguien dice "Hay un perro dormido en la cocina" y la facultad del lenguaje tratará estos fenómenos de la misma manera. Evidentemente, y tal como en el caso del sistema digestivo, en algunos casos habrá más nutrientes o más desecho que en otros.

Una de las consecuencias de esta posición es que la idea de que "el ser humano inventó el lenguaje para poder comunicarse" es ciertamente falsa. Eso equivale a decir que el ser humano inventó los ojos para poder ver.

Es cierto, sin embargo, que la facultad del lenguaje le hace concesiones al aparato fonético (encargado de los sonidos del lenguaje) y al aparato semántico (encargado de los significados del lenguaje). ¿Qué tipo de concesiones? Como que los sonidos deben linearizarse (es decir, unos vienen antes que otros: p-e-rr-o no es lo mismo que rr-e-o-p) o como que el sistema interpretativo de los lenguajes humanos no admite variables libres (no es gramatical decir en ningún lenguaje humano: "Hablando de crisantemos, los enanos llegaron tarde").

Chomsky distingue entonces la facultad de lenguaje en sentido estricto (la facultad autónoma en el sentido antes señalado) de la facultad del lenguaje en sentido lato (con las concesiones anotadas). Definir, estudiar, examinar una y otra constituye el centro del programa chomskyano. Me limito, en todo caso, a lo que el propio Chomsky llama "ideas directrices" (leading ideas) y dejo de lado las profusas y ampliamente aceptadas técnicas de análisis con las que viene su programa y con las que la lingüística tiene una deuda importante.

El problema de Orwell

Respecto del problema de Orwell las contribuciones de Chomsky no son menos decisivas. Aquí, sin embargo, erramos si queremos buscar una teoría more geometrico como sí es posible encontrarla en el caso lingüístico. Uno podría preguntar entonces ¿en qué cree Chomsky políticamente? ¿Es un anarquista, un radical, un izquierdista, un anarco-sindicalista, un.? Chomsky es un sujeto moderno en el sentido cartesiano del término. Chomsky cree en la razón, cree que la responsabilidad de los intelectuales -pero por extensión de todo ser humano- es "hablar de la verdad y revelar mentiras". Y esto no es algo que se hace una vez sino algo que persiste cotidianamente. La radicalidad del gesto chomksyano, su insoportable honestidad, radica exactamente en esto. Es cierto, se ha vuelto posmodernamente de moda relativizar la verdad hasta el punto de hacerla un mero tropo literario. Y, sin embargo, la mentira sobrevive. "Revelar mentiras" (olvídense, si desean, de la verdad) sigue siendo indispensable, éticamente indispensable.

Jacques Lacan (por quien Chomsky no tiene una sola palabra amable) sostenía que los seres humanos tienen tres pasiones: el amor, el odio, y la ignorancia. Esta última es la que estructura el problema de Orwell, la voluntad, la pasión, de no saber. ¿Qué hacer ante esta pasión y qué hacer, de paso, ante todo aquello que sí sabemos, configura un tercer problema, ya no del conocimiento sino de la responsabilidad humana. No me parece descaminado denominar este problema como el problema de Chomsky.

A diferencia de los "intelectuales" cuya misión en la vida parece ser aguardar el Nobel, el problema de Chomsky es cómo es posible resguardar la seriedad del conocimiento en ciertas áreas (Platón) y revertir nuestra más terrible ignorancia en otras (Orwell). Aquí seriedad parece ser el sustantivo que falta. Y seriedad, el único sustantivo que la llena.
Fuente: Suplemento El Dominical del diario El Comercio

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