1 de abril de 2010

Crítica del valor en Saussure y Marx *

Kojin Karatani (1)

1. Saussure
Saussure insistió en que el lenguaje es un sistema social. Si es así, entonces ¿cómo es posible aprender la langue que es un sistema sincrónico? Es imposible enfrentarse a este problema de forma empírica, simplemente porque es imposible dar cuenta de la langue como un todo, es decir, dar cuenta de toda la variedad de palabras usadas en este momento. Se sigue que lo que Saussure llama langue -para él, como hablante de francés- es técnicamente la suma de todas las palabras del francés que él sabe en este momento. Puesto de otra forma, la lingüística de Saussure se aleja realmente de la introspección trascendental. Saussure dice que la langue no es un hecho sustantivo; existe solamente en el sujeto hablante. Rechaza la noción convencional de que el signo expresa un cierto significado porque, cuando existe un significado para un sujeto hablante; también existe una forma que diferencia el significado -y la inversa es imposible. La langue no existe como un objeto pero se supone que existe en tanto y en cuanto hay significados que se comunican mutuamente. Saussure también habló de la langue como un sistema sincrónico -pero solo a posteriori, después de su propia experiencia de lenguaje. En el sistema saussureano, y en su legado, una palabra es la "síntesis" del significante (sensible) y del significado (suprasensible). Pero el punto crucial aquí es que dicha síntesis se establece solamente ex post facto -cuando yo la establezco. Al final de cuentas, cuando Saussure sugiere que la forma (el significante) constituye un sistema diferencial y relacional, la arquitectura del sistema toma tácitamente como premisa lo que Kant ya había denominado "apercepción trascendental".

Fue Roman Jakobson quien empezó a aclarar este punto. Él se opuso a la noción saussureana de que "en el lenguaje solo hay diferencias, sin términos positivos" (2). Jakobson pensó que era posible reordenar la organización fonética, que Saussure había dejado hecha un amasijo, reconstruyéndola en base a un conjunto de oposiciones binarias.

Especialistas modernos en el campo de la acústica se preguntan extrañados cómo es posible que el oído humano no tenga dificultad en reconocer la gran variedad de sonidos en un lenguaje ya que son muy numerosos y sus variaciones tan imperceptibles. ¿Puede ser de que se trate exclusivamente de un hecho acústico? No, de ninguna manera. Lo que reconocemos en el lenguaje hablado no son diferencias de sonido en cuanto tales sino los diferentes usos a los que son puestas por el lenguaje, i.e., diferencias que, aunque no tengan significado en sí mismas, son usadas para diferenciar una unidad de otra de un nivel superior (morfemas, palabras). (3)

Los fonemas no son lo mismo que voces/sonido; son "forma" que existe como diferencia solamente después de que unidades de un nivel superior hayan sido tomadas en consideración. Lo mismo puede decirse de los morfemas, las palabras, y aún de las oraciones; también ellos son extraídos como diferencia (o como forma) solamente cuando unidades de un nivel superior han sido consideradas.

Esto significa que las "estructuras" siempre se presuponen tácitamente en base a la "subjetividad trascendental" que las sintetiza. Sin embargo, los estructuralistas pensaron que era posible obviar, e inclusive negar, la subjetividad trascendental, porque suponían la existencia de una función que, aunque substancialmente inexistente, hace que un sistema sea un sistema: de ahí el signo cero. Jakobson introdujo el fonema cero para poder completar el sistema fonético. "Un fonema cero", escribió, "se opone a todos los otros fonemas del francés por la ausencia tanto de rasgos distintivos como de características acústicas consistentes. Por otro lado, el fonema-cero se opone a la ausencia de cualquier fonema." (4) Los signos cero de este tipo sin duda provienen de las matemáticas. Por ejemplo, la estructura matemática formulada por Nicolas Bourbaki (André Weil y otros) es una regla transformacional que no es visible como forma sino que es una función invisible. Incluída como sine qua non en una regla transformacional hay una función no-transformacional. El fonema cero propuesto por Jakobson corresponde al elemento e de los grupos transformacionales matemáticos. Debido a esto, un conjunto de oposiciones relacionales puede constituirse en estructura. Lévi-Strauss se inspiró en esta aserción sobre la composición ordenada del caos: "La lingüística estructural jugará el mismo papel renovador respecto de las ciencias sociales que la física nuclear, por ejemplo, jugó respecto de las ciencias físicas". (5) Y entonces aplicó grupos kleinianos (como estructura algebraica) a sus análisis de las estructuras de parentesco heterogéneas en sociedades "no-civilizadas". Fue aquí que el estructuralismo en sentido estricto nació.

Sin embargo, a fin de cuentas, el signo cero no hace sino reintroducir la subjetividad trascendental -la nada que constituye la estructura de un sistema- y resulta imposible deshacerse de ella. El cero fue inventado en la India y originalmente era el nombre para no mover una cuenta en una tabla para contar parecida al ábaco. Si no fuera por el cero los números, digamos el 205 y el 25 serían indistinguibles. En otras palabras, el cero "se opone a la ausencia de cualquier otro número". El cero introdujo el sistema del valor-lugar. En sánscrito la palabra para cero es la misma que para el concepto budista de vacío, sunyata. No es una exageración decir que la filosofía budista se desarrolló alrededor de este concepto. (6) Cuando Gilles Deleuze observa que "el estructuralismo es inseparable de una nueva forma de la filosofía trascendental en la que el lugar tiene preeminencia sobre aquello que lo ocupa" (7) se olvidó de decir que una cierta filosofía trascendental ya operaba en el sistema del valor-lugar. Así, el estructuralismo comenzó con la introducción del "signo cero", aunque después los estructuralistas no se hayan preocupado en observar sus implicaciones filosóficas. Más bien, creyeron que habían limpiado el "pensamiento moderno" que se había originado en el ego cogito. Sin embargo, en el momento en el que se dieron cuenta de que podrían obviar la subjetividad ya la habían aceptado tácitamente como premisa y luego se olvidaron de ella.

Regresando a Saussure, uno debe apreciar lo significativo de su ambigüedad -la fuente del descontento de Jakobson. Saussure proponía que en el lenguaje sólo hay diferencias. Él concibió a la langue como valor- una idea que para Jakobson representaba el caos. Es importante señalar, sin embargo, que cuando Saussure concibió a la langue como valor él ya había asumido la existencia del otro, esto es, de otras langues. El énfasis en "sólo diferencias" no fue hecho en referencia a un sólo sistema relacional (langue) sino, y desde un comienzo, fue hecho hacia afuera, en referencia a una multitud de sistemas relacionales (langues). Lo que quiere decir que Saussure descubrió la langue por el camino de la introspección, presuponiendo al mismo tiempo una externalidad más allá de la introspección, o una alteridad más allá de la internacionalización. La aproximación escéptica de Saussure hacia la lingüística parte del sentido mismo de la diferencia. Así, podría decirse que la lingüística de Saussure fue una crítica kantiana a dos tendencias existentes: de un lado, a la lingüística de Wilhelm von Humboldt de comienzos del siglo XIX, que consideraba a los lenguages como Volksgeist, y, de otro, a la lingüística histórica, que observaba la transformación del lenguaje como si fuera resultado de una ley científica de la naturaleza, como un objeto independiente de la conciencia. Contra la primera tendencia, Saussure rechazó la coherencia interna del lenguaje, y la enfatizó contra la segunda. En otras palabras, su ambivalencia reside en el hecho de que él tomó a la langue como un sistema sincrónico cerrado, aún cuando al mismo tiempo le negaba tal coherencia interna.

Desde esta perspectiva, el significado de la proposición de Saussure de que la langue es social se vuelve claro. No está diciendo simplemente que la langue es un fait social (Durkheim) más allá de la conciencia individual; ni está diciendo simplemente que los términos individuales existen sólo en un sistema relacional que los abarca. Tales concepciones asumen la posición de una sola langue -un sistema, una comunidad, y como tales replantean la subjetividad trascendental. Pero la langue es apropiadamente social solamente cuando es vista en relación a (y en comunicación con) otros sistemas de reglas (langues) o comunidades. Como noté previamente, Wittgenstein buscó analizar la comunicación lingüística en el contexto de la enseñanza a extranjeros. Negó la posibilidad del lenguaje privado no desde la posición convencional -que el lenguaje es una regla comunitaria- sino desde una heterología que ve al lenguaje como un tipo de comunicación "social" por medio del cual aquellos que pertenecen a comunidades distintas se encuentran. Por lo tanto, si existe tal cosa como el giro lingüístico, éste no existe en la negación de la subjetividad desde el punto de vista del lenguaje, sino más en el en el descubrimiento de un sujeto dentro de la "duda" albergada en el campo de la diferencia social. Tal es el lugar crítico de la transcrítica.

2. Marx

Ningún producto puede producirse sin trabajo. La economía clásica, por lo tanto, le confiere al trabajo valor sustantivo. Sin embargo, lo que convierte a un producto en valor es la forma del valor, a saber, el sistema relacional de las mercancías. No es que sólo con materia prima y trabajo pueda conferírsele valor a una cosa. Es gracias a la forma del valor que la materia prima y el trabajo se vuelven objetos económicos. La economía clásica conceptualizó el valor-trabajo que existe más allá del precio empírico, mientras que los economistas neo-clásicos negaron el valor y buscaron mantenerse dentro de la esfera empírica de los precios. Lo que ambos pasaron por alto fue el hecho de que tanto el precio como el valor-trabajo son variantes derivadas de la forma del valor (qua sistema relacional). Para poder solidificar nuestro entendimiento de la forma del valor, una referencia "lingüística" es de gran ayuda, porque el valor es esencialmente como el lenguaje. Pero pronto nos damos cuenta de que, sin embargo, es más bien la lingüística la que siguió el modelo de la economía política.

[...] De hecho, Saussure empleó un modelo de economía política cuando concibió la langue como un sistema sincrónico. El concepto de "sincrónico" indica un cierto estado de equilibrio más que un cierto instante en el tiempo. La lingüística convencional se había centrado en observar un cierto elemento lingüístico en su transformación histórica, como si estuviera separado del sistema entero. Saussure propuso una antítesis a esto: la transformación de los elementos de un sistema relacional provoca un cambio en todo el sistema y produce un sistema nuevo; la transformación diacrónica de la la langue debe entenderse como un cambio del sistema mismo. No hay nada menos que un cambio de un estado de equilibrio a otro. Obviamente, la idea proviene del "sistema general de equilibrio" de Vilfredo Pareto (1848-1923) quien enseñaba en la Universidad de Laussane. Pero Saussure desarrolló y amplió esta idea; no se mantuvo en el modelo de Pareto, como muchos de los ejemplos de Jakobson, que no eran sino refraseos de la economía neoclásica.

Saussure se separó de la teoría neoclásica. Su convicción fue que en la langue no hay más que diferencias; es un sistema (de) valores puros -estas ideas no hubieran sido posibles si hubiera pensado dentro de un sistema unitario (i.e. de una Langue). Saussure introdujo el concepto de valor sólo cuando tomó en consideración otro sistema de langue. El punto de Saussure es que cuando una palabra se traduce de una lengua a otra posee el mismo significado, y sin embargo, el valor de la palabra se ha alterado en el nuevo/diferente sistema en correspondencia con sus diferentes relaciones con otras palabras. Desde este punto de vista, Saussure explica que no hay significado apodícticamente atado a un significante; en otras palabras, no hay significados inmanentes. Tal como lo señalo Hjelmslev, el significante y el significado no pueden separarse conceptualmente dentro de un único sistema sincrónico. El concepto de valor, distinto del de significado, -o "precio", en economía- se vuelve necesario solamente cuando diversos/diferentes sistemas están en juego.

¿Y Marx? En términos generales, Marx negó la idea de considerar el dinero y el lenguaje analógicamente. "Comparar dinero con el lenguaje no es menos incorrecto. Las ideas no se transforman en lenguaje de tal forma que sus atributos particulares se disuelven y su carácter social existe paralelamente al lenguaje tal como el precio existe paralelamente a la mercancía. Las ideas no existen independientemente del lenguaje. Las ideas que deben traducirse primero de la lengua madre a la lengua extranjera para poder circular e intercambiarse constituyen una analogía mejor; pero entonces la analogía no es con el lenguaje sino con el carácter extranjero". (8) Es decir que, si una analogía entre lenguaje y dinero se vuelve crucial, es solamente relativa a su carácter foráneo [Fremdheit].

Saussure empleó tropos económicos solamente cuando habló del valor en la langue, distinto de la cuestión del significado. Lo explicaba echando mano de ejemplos de diferentes unidades monetarias. (9) Si uno sigue esta analogía, el significado se identifica con el precio mientras que el valor corresponde a la diferencia entre sistemas relacionales que determina el precio. Dentro de un sistema sincrónico, una mercancía se relaciona con todas las otras mercancías. Intercambiar una mercancía por dinero no es simplemente un evento entre dos cosas (la mercancía y el oro), sino que es colocar las mercancías en relación con todas las otras mercancías. El precio de una mercancía no expresa simplemente una relación de equivalencia con el dinero, sino que agrega la relación con todas las otras mercancías. Más aún, el precio de una mercancía varía en diferentes sistemas. Y la diferencia persiste inexorablemente aún cuando un equilibro de precios se presupone en un sistema individual. Si se coloca en diferentes sistemas, un intercambio -aún a un precio que es el mismo en sistemas individulaes- puede generar un margen de ganancia (plusvalía).

Para repetir, Marx no le prestó atención al valor como distinto del precio de equilibrio, y esto se debe a que él comenzó a pensar desde una heterología de sistemas. Nunca presentó el valor como un dato empírico -que es una imposibilidad. Empíricamente hablando, todo lo que tenemos es un precio de equilibrio. Esto es lo mismo que decir que empíricamente solo hay ganancias, pero no plusvalía. Lo que Marx descubrió como el valor -el trabajo abstracto, social- toma como premisa la existencia de sistemas heterogéneos. Por lo tanto, el concepto de valor en Marx contiene en sí el secreto de cómo es que la plusvalía (o el dinero) se transforma en capital. Pero, aún si la plusvalía puede alcanzarse como resultado entre diversos sistemas, todo el evento es invisible para cada participante. Esto es así precisamente porque el proceso que genera plusvalía Dinero-Mercancía-Dinero (D-M-D´) se desdobla en D-M y M-D' -que ocurre en tiempos y lugares distintos.

[...] Este es el punto crucial: lo que produce capital también genera la posibilidad e inevitabilidad de una crisis. Este es el destino del capitalismo. Como dice Marx, a través del dinero, vender y comprar se desdoblan tanto espacial como temporalmente. El propietario del dinero puede comprar lo que sea, donde sea, cuando sea. Viendo esto una vez más en analogía con el lenguaje, el dinero es como la escritura [écriture] en contraste con el habla [parole]. Los textos escritos pueden ser leídos por quien sea, donde sea, cuando sea, y su circulación es invisible. Lo que es unívocamente entendible para un otro presente en el habla debe ser leído diferentemente en diferentes langues mediante la escritura. Ambos son el resultado odios de la comunicación mediada y van de la mano con la fantasía del intercambio directo y transparente. Tal como Jacques Derrida lo problematizara en Of Grammatology, la filosofía desde Platón ha tenido una hostilidad hacia las letras/cartas, mientras admiraba el intercambio comunicativo transparente y directo. (10) Así como la crítica platónica de la escritura tomaba por dado el ser irresoluble de la escritura, la idea del trueque, el punto de partida de la economía clásica -tal como puede leerse en la narrativa de Robinson Crusoe- tácitamente tomó como premisa el irreductible ser del dinero (qua el equivalente general).

Traducción de Mario Montalbetti

Fuente: Revista Hueso Húmero, No. 49, págs. 59 - 67. Lima, Perú.

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